martes, 15 de octubre de 2013

Libros leídos 2013 - 55 - La niña que amaba las cerillas - Gaétan Soucy

- Libros 1 al 10
- Libros 11 al 20
- Libros 21 al 30
- Libros 31 al 40
- Libros 41 al 50
- 51 - Deseo de ser punk - Belén Gopegui
- 52 - La última mujer de Australia - Francisco Villarrubia
- 53 - 30 días de noche - Rumores de los no muertos 1 - Steve Niles y Jeff Mariotte
- 54 - La luz del diablo - Roberto Malo
- 55 - La niña que amaba las cerillas - Gaétan Soucy

 
Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del universo, pues una mañana, sin avisar, poco antes del alba, papá entregó su espíritu. Sus despojos crispados en un dolor del que sólo quedaba la corteza, sus decretos de súbito convertidos en polvo, todo eso yacía allí, en el cuarto desde el cual papá todavía la víspera nos ordenaba todo. Mi hermano y yo necesitábamos órdenes para no borrarnos por trozos, era nuestro mortero. Sin papá nada sabíamos hacer. Apenas podíamos vacilar, existir, temer, sufrir.
Yacía no es, por lo demás, la palabra apropiada, si es que hubiera una. Mi hermano, que se levantó primero, advirtió el acontecimiento, pues ese día yo era el secretario y tenía derecho a demorarme antes de salir del lecho del campo después de una noche a la intemperie, y acababa de instalarme en la mesa ante el libro mágico cuando hermanito volvió a bajar. Lo convenido era que debíamos golpear antes de entrar a la habitación de padre y que, después de haber golpeado, debíamos esperar que padre nos autorizara a ingresar, pues podía ocurrir que le sorprendiéramos durante sus ejercicios.
—Toqué a la puerta —dijo hermano— y no respondió padre. Esperé hasta... hasta...
Hermano sacó del bolsillo de su chaleco un reloj que hace siglos que no tenía manecillas.
—... hasta enseguida, exactamente, y no dio señal de vida.

Nunca hubiera leído este libro de no haberlo visto reseñado en  unlibroparaleer. Lo cierto es que desconfío, y he salido escaldado en alguna ocasión, de títulos que hablan de ceriillas, bidones de gasolina, hombres que no amaban a las mujeres y frases semejantes.

En este caso el contenido de la novela escrita por el canadiense francoparlante Gaétan Soucy, nada tiene que ver con los anteriormente citados. La niña que amaba las cerillas es un ejercicio de desbordante imaginación. Una novela de esas por las que avanzas casi sin darte cuenta, disfrutando con el conjunto de todas y cada una de sus palabras, aunque para ser sincero, y pese a que he me ha gustado su lectura no he terminado de conectar del todo con lo que nos contaba Soucy.


edición original, en francés, de esta novela

Tenemos a dos hermanos, de los que no sabemos el nombre. Uno de ellos es un niño, del otro, del narrador, desconocemos su sexo. Han vivido toda su vida encerrados dentro de la propiedad de su padre, sin pisar ni tan siquiera el exterior de la enorme mansión ni hablar con otras personas, ello hace que tengan una normas, valores y vocabulario totalmente alejados de los del resto de las personas.

Las frases están estructuradas de forma un tanto caótica y extraña, como las mentes de los  personajes que las protagonizan. Sin embargo, poco a poco, nos van dando detalles que nos ayudan a componernos un cuadro de todo lo que ha pasado en esa casa durante años.

Mi hermano decepciona todo el tiempo, no se puede contar con él para soñar.

A través del escrito del narrador/narradora conoceremos lo que podríamos considerar una mansión de los horrores, de abusos, cuyos habitantes viven en universo particular en el que todo es enfocado desde un prisma alejado de la realidad.

edición en inglés de la novela

Y por concluir, y a modo de resumen, La niña que amaba las cerillas es una breve novela. Intensa por otro lado, con la que disfrutar de un rato de lectura en el que tal vez no se llegue a conectar con los personajes, pero, sin duda, querremos saber lo que les ha pasado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro que te haya dejado al menos, buen sabor de boca, yo lo disfruté mucho; gracias por la mención.

Ana Blasfuemia dijo...

También había visto la reseña que comentas y lo tengo junto a dos tres libritos (por lo breves) más en la mesita, para leerlos así entre libro y libro. Y ahora tengo más ganas de leerlo, claro (después de leerte)

Gracias y un saludo!