Seguimos con el juego del ka-tet de escribir pequeños relatos en los que ha de ir incluida una frase. Como siempre, es la frase que da título al post y éste es mi relato:
Los escaparates de las tiendas brillaban repletos de luz en medio de la invernal noche.
Carlos caminaba por el centro de la ciudad, sin rumbo fijo, paseando sumido en sus pensamientos. Se acercaban sus bodas de plata con María y quería hacerle un regalo especial. Algo diferente, inesperado, algo que expresara con sólo mirarlo lo mucho que la seguía amando y cuanto significaban para él todos aquellos años juntos.
Sus pasos le encaminaron hacia la parte más antigua de la ciudad, las calles estrechas y acogedoras con antiguos edificios rehabilitados de la Madalena le acogieron hacia ellas y, de repente, Carlos se detuvo y entró a una pequeña tienda.
Se dirigió hacia el anciano dependiente, con una gran sonrisa en su cara, señalando hacia uno de los viejos estantes de madera, donde, sin haberlo visto antes, sabía dónde estaría situado el regalo perfecto para María.
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